Inteligencia Artificial, ¿instrumento de una nueva guerra fria?
En 2019 se cumplieron 50 años de la llegada del hombre a la Luna, punto culminante de la carrera espacial iniciada con el discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos (EE. UU.), John F. Kennedy, el 12 de septiembre de 1962. Llegar a la luna se volvió prioridad luego de los avances logrados por la Unión Soviética con el lanzamiento del primer satélite artificial, así como la puesta en órbita del primer ser vivo y del primer ser humano. El programa reunió a instituciones académicas, empresas y gobierno de los EE. UU. en un esfuerzo que logró su meta 7 años después.
La carrera espacial se dio en el contexto de la guerra fría, en la que todas las acciones de gobierno, incluyendo la promoción de la ciencia y la tecnología, eran evaluadas en función de su contribución al fortalecimiento de la posición geopolítica de los EE. UU., en su lucha con la Unión Soviética por el predominio mundial. De esta forma, el apoyo a tecnologías de potencial uso militar o estratégico dieron lugar a avances tecnológicos en comunicaciones, industria aeroespacial y computación que después tuvieron usos pacíficos, como la internet.
Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, los EE. UU. se convirtieron en la potencia mundial indiscutible, por lo que las aplicaciones militares dejaron de ser el motor principal del desarrollo tecnológico. A partir de entonces, las aplicaciones comerciales son el incentivo que lleva a las empresas al desarrollo de nuevas tecnologías y las empresas norteamericanas han dominado el panorama. Como consecuencia, el papel geopolítico de la tecnología disminuyó y, en un mundo de intercambio comercial globalizado, se convirtió en una mercancía más.
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Durante la segunda década del siglo XXI la Inteligencia Artificial (IA) pareció volver a dar sentido geopolítico al desarrollo tecnológico. La República Popular de China, con sus 1,400 millones de habitantes y su tasa de crecimiento económico anual de 9.2% promedio en los últimos 30 años, dejó de ser un pobre país tratando de ser pivote en la lucha entre EE. UU. y la Unión Soviética para convertirse en la segunda economía del mundo. De acuerdo con el Banco Mundial, en 2018 el Producto Interno Bruto (PIB) chino fue ya 65% del de los EE. UU., con quien está enfrascada en una guerra comercial.
En 2017 China lanzó el llamado “Plan de desarrollo de inteligencia artificial de próxima generación”, un plan en tres etapas para convertirse en 2030 en el centro primario de innovación en IA. El plan establece que, para 2020, la industria china de IA deberá estar en línea con su competencia y, en 2025, tener el liderazgo mundial en algunos campos. Para ello, se contemplan enormes inversiones gubernamentales, así como de las poderosas empresas chinas de tecnología, que han creado un mercado independiente del occidental. Los alcances e implicaciones del plan han generado preocupación en los EE. UU., así como llamados a la formulación de un plan similar.
Esta reacción es comprensible. De acuerdo con el libro de la futurista Amy Webb, “Los Nueve Gigantes: Cómo los titanes tecnológicos y sus máquinas de pensar podrían distorsionar la humanidad”, la industria de la IA está dominada por nueve empresas, seis norteamericanas (Amazon, Apple, Facebook, Google, IBM y Microsoft) y tres chinas (Alibaba, Baidu y Tencent). Estos gigantes controlan las aplicaciones de compra, contratación de servicios y convivencia en línea, y, en la búsqueda de más funcionalidades de IA, dominan la investigación e inversión en la industria.
Para tener una idea del tamaño y la importancia de estas empresas, al 2 de diciembre de 2019, el valor de las acciones en circulación de los nueve gigantes es de 5.9 billones de dólares, casi cinco veces el PIB de México. Es más, su valor equivale a la suma del PIB de todos los países de Latinoamérica y el Caribe. Por otro lado, sus clientes se cuentan por miles de millones y constituyen una proporción importante de la población del planeta, por lo que las decisiones que toman estas empresas influirán en la evolución de la sociedad humana de los próximos años.
Estos nueve gigantes operan en mundos distintos, separados no solo por el antagonismo de las disputas comerciales, que obstaculiza la actuación de unas en el mundo de otras, sino por visiones diferentes del Estado y su relación con los ciudadanos. Las empresas norteamericanas operan en un entorno en el que el gobierno no se decide a regular, y donde parecen prevalecer los derechos a la privacidad, así como el dominio de los datos personales en un sistema democrático. Por su parte, las empresas chinas operan en un entorno pragmático, donde los intereses individuales de privacidad o libertad están supeditados al interés del Estado.
El problema es que, cuando las potencias compiten, la historia nos muestra que surgen dos circunstancias que nos pueden llevar a tiempos conflictivos:
- La desconfianza entre las potencias paradójicamente las acerca en enfoque, pues la excusa de la seguridad nacional justifica una mayor vigilancia de la población y la intervención del desarrollo tecnológico con fines de defensa.
- La necesidad de expandir mercados adquiere carácter estratégico. En materia de IA, es natural que los EE. UU. vean Europa y los países avanzados de Asia como territorio natural, en tanto que China se dirige al resto de los países de Asia, África y Latinoamérica (habrá que ver la orientación de Rusia).
Hoy ya vemos señales ominosas, tales como el anuncio de la plataforma de programación GitLab de considerar vetar contrataciones de personal en China por temor a espionaje, o el sistema de crédito social de la población en China, que trae a la mente el episodio de la serie Black Mirror.
Esperemos que la IA, una herramienta que debe ser utilizada en beneficio de la humanidad, no se convierta en el instrumento que nos lleve a un futuro sombrío, o a una repetición de la guerra fría con armas cibernéticas. En este contexto, vale la pena recordar un par de frases del discurso pronunciado por Kennedy en 1962, que aunque referidas a la carrera espacial, son válidas para la ciencia y la tecnología en general:
- “La ciencia espacial, al igual que la ciencia nuclear y toda la tecnología, carece de conciencia propia. Que se convierta en una fuerza de bien o de mal depende del hombre…”
- “El espacio se puede explorar y controlar sin alimentar la llama de la guerra, sin repetir los errores que el hombre ha cometido al extender su mandato sobre este planeta nuestro…”